FALLAS, SEMÁFOROS Y POLÍTICOS

El olor a pólvora que empieza a inundar Valencia me ha recordado lo mucho que Manuel Serra lo echa de menos desde que se fue a vivir a Madrid, y por eso está tan ansioso de volver a su tierra en el mes de marzo, especialmente a partir del día quince que es cuando las Fallas entran en su apogeo. Algunos de vosotros os estaréis preguntando quién es este personaje del que no habéis oido hablar en vuestra vida —espero que a otros muchos ya os sea familiar— y no es ni más ni menos que el subinspector de policía que junto a Jaime Reyes resuelve el enigma de la muerte de Carolina Martín. El mismo que nos narra la historia, y bajo su ojo entre ingenuo, inteligente y a veces crítico, nos presenta a todos los pecadores, perdón, sospechosos.

Si se me ha escapado este adjetivo es que para quien no lo sepa la trama juega con la naturaleza humana, de tal manera que cada uno de los sospechosos representa un pecado capital. Porque ya sabéis que pienso que en mayor o menor medida, y nos daremos más o menos cuenta, en algún momento, o en muchos, todos hemos sido pecadores.

Pero no me voy a desviar del tema y sigo con la pólvora y lo que más me gusta a mí: las mascletàs. Me parecen impresionantes y cada año se superan. En realidad se trata de una sinfonía que, para considerase de «olé tu mare», debe ir de menos a más y no puede parar ni un segundo hasta alcanzar el clímax donde los cristales tiemblan y la tierra retumba. Crees que tus oídos van a estallar mientras el público aplaude poseído por el clamor colectivo. Después, si estás cerca del lugar desde donde se dispara, ves como se acerca una gran y negra nube de humo hasta que te envuelve y te diluyes en la inmensidad, al tiempo que algún que otro molesto e inofensivo papelito, resto de la apoteosis, se posa sobre tu cabeza.

Comprendo que haya gente a quien no le guste y no comparta esa emoción por un ruido tan ensordecedor que estás seguro de que has perdido un tímpano y que con un poco de suerte te deja la ropa oliendo a tres paquetes de colillas aplastadas. Pero para los que lo consideramos música y el olor nos entusiasma, es como una convulsión que nos anima el espíritu. Si es de las buenas, se me pone la carne de gallina. Y si a pesar del estruendo consigo escuchar el himno, se me saltan las lágrimas, que intento disimular diciendo que se me ha metido algo en el ojo. En definitiva, que se las recomiendo a todo el mundo, aunque solo sea una vez en la vida, y así poder opinar.

Otra cosa son los petardos que los niños, y no tan niños, porque muchas veces es a los padres a los que pillas haciendo el gamberro, te tiran cuando pasas y te dejan un pitido insoportable que tienes que aguantar durante un par de minutos, son los llamados masclets. Confieso que no los soporto, al igual que las aglomeraciones, que tampoco llevo muy bien. Pero ver una ciudad inundada de monumentos, algunos auténticas maravillas, es digno de admirar. Y la noche de la cremà la considero mágica, parece que la ciudad está en llamas y no es más que la bienvenida a la primavera y un adiós a las desdichas sufridas que arden en el fuego.

SEMÁFOROS

Y después de haber comentado de las Fallas, que se repiten cada marzo, voy a continuar con la novedad de este año, que en un principio me dejó patidifusa, pero que la información que he recopilado, porque no salía de mi estupefacción, me ha hecho ver las cosas de forma diferente. No os lo vais a creer, pero se trata los semáforos.

Resulta que salió la noticia de que iban a cambiar los semáforos de Valencia y en lugar de los peatones rojos y verdes que hay en toda España iban a colocar una fallera y un saragüell —el traje fallero masculino antiguo—. Me quedo muerta y pienso: «¿Pero no han encontrado nada mejor en que gastar el dinero? ¿No pueden invertir en algo más productivo? Vaya idea tan estúpida». Pero como ya os digo, al ir recabando información, me entero de que solo los han instalado en una zona que es la llamada Ciudad Fallera, enclave de los talleres de los artistas falleros que durante un año se dedican a idear, diseñar y crear lo que considero auténticas obras de arte.

Esta medida pretende impulsar y dar a conocer este área tan significativa de la identidad valenciana señalizando los itinerarios para llegar al barrio y colgando un gran mural de arte urbano. Y, por supuesto, los semáforos, que le darán ese toque tan simpático y genuino.

Según afirman los responsables del ayuntamiento, el presupuesto del diseño asciende a 400 euros más IVA. No me parece ninguna exageración. Pero seguro que muchos de vosotros os estáis preguntando lo mismo que yo: ¿cuántos semáforos van a cambiar? Porque ahí está el quid de la cuestión. Eso no lo han especificado, pero se han molestado en aclarar que la instalación ya se incluyó entre las mejoras que en su día ofreció la contrata de señalización del Ayuntamiento de Valencia y que en cualquier caso no se cambia todo el semáforo, solo las luces.

Con un cálculo rápido y sabiendo, porque me he molestado en averiguar, que un cambio de semáforo asciende a 1000 euros, voy a pensar que cambian unos 50 y que las luces salen a 200 euros, el montante asciende a 10.400 euros más IVA. Aunque repito que las autoridades insisten en que ese gasto ya estaba incluido.

 

POLÍTICOS
Así que si tenemos en cuenta que ese es el sueldo que cobra un solo diputado, concejal, senador…por dos o tres meses de «duro trabajo», sinceramente prefiero que se prescinda de la mitad de esos diputados, concejales, senadores y demás «chupópteros», que los tenemos a montón. Eso, porque no voy a entrar en los 26.000 coches oficiales, las dietas y demás gastos inútiles, y que se potencie un barrio emblemático de Valencia, que actualmente está un poco olvidado, y se dé visibilidad a toda esa gente que año a año se parte el cráneo para conseguir «ninots» ingeniosos y originales, y con unos comentarios tan irónicos y salerosos. Por una vez, y sin que sirva de precedente, la idea no me ha parecido descabellada.

Imagino que si esto funciona acabaremos por ver semáforos con toros en Pamplona y caballos y trajes de faralaes en Sevilla.
¿Os imagináis que se despide a la mitad de los políticos y las zonas emblemáticas de las ciudades españolas se salpican de semáforos con motivos típicos? El ahorro sería inconmensurable. Pero otra vez me vuelvo a desviar del tema y me pongo a hablar de ciencia ficción. ¿O no?
¿Vosotros qué opináis?

 

 

Photo by Martin Cox

 

Comentarios
  • INMACULADA Domingo Torres
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    Me encantan tus reflexiones, son cómo la vida misma

    • Eugenia Dalmau
      Responder

      Sí, Inma, todas mis historias son reales o noticias publicadas que me llaman la atención y las analizo tratando de encontrar un porqué. En este caso, reflexionando reflexionando, he llegado incluso a cambiar de opinión. Y es que la mente humana da para mucho. No te pierdas el próximo post y gracias por comentar!!

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