UN TREN Y UNA PORTADA

Normalmente escribo en el ordenador, pero como voy en el AVE, he aprovechado la hora y media que tengo para escribir y así, sin más, me acabo de encontrar con el pecado de la avaricia viajando en el mismo tren. Resulta que se me han manchado las manos de tinta y he ido a lavármelas. Como iba pensando en una de las reseñas que acabo de leer en Amazon sobre el libro, he cometido el error de quitarme el anillo, dejarlo sobre la repisa y salir dejándolo olvidado. A los diez minutos me he dado cuenta y he ido corriendo a recuperarlo pero, por supuesto, ya no estaba. Algún espabilado que ha entrado después se lo ha llevado como recuerdo, cortesía de Renfe. (Ha tenido que ser muy rápido porque el tren va casi vacío). Y a pesar de que por megafonía han avisado de la pérdida, «por si alguien lo encuentra», el amigo de lo ajeno no se ha dado por aludido. He paseado lentamente por los dos vagones que comparten baño, observando a los viajero por si alguno me parecía culpable, pero por desgracia…todos me han parecido inocentes. ¡Tened cuidado con los pecadores, andan sueltos por ahí y no se les reconoce!

Pero de lo que yo iba a hablar era de la reseña por la cual me he quedado sin anillo. Es la de alguien que se ha fijado en la portada y le ha parecido preciosa. A mí también me lo parece, y además creo que capta la esencia de la novela.

Una portada inesperada

Al final, como ya he dicho que tres personas no me eran suficientes para estar segura de que mi manuscrito contaba con la aprobación general, decidí ampliar el círculo y enseñárselo a varios amigos más y que un lector profesional, que no me conocía de nada, me diera su opinión. Como fue muy positiva, hice unas últimas correcciones y listo.

©Blanca Martínez Delgado

Fue entonces cuando me fui a visitar a una amiga en Madrid. Vive en el barrio de las letras y como es decoradora de interiores, el apartamento parece sacado de un reportaje de Nuevo Estilo. Le encanta la pintura y tenía un montón de cuadros dispersos por toda la casa. A mí me gustaron todos, pero me llamó la atención uno que estaba junto a la ventana, sobre un caballete. El misterio envolvía aquel óleo. Me fijé en él con detenimiento: unas sombras y unos tonos anaranjados, unas figuras apenas visibles. ¿Qué estaría ocurriendo allí adentro? Me vino a la cabeza mi libro…y caí en la cuenta de que no tenía portada.

Le pregunté a mi amiga por el artista y me explicó que se trataba de una pintora que conocía de hacía tiempo, que me podía dar su número y ponerme en contacto con ella. Su nombre era: Blanca Martínez.

La llamé desde allí y tras comentarle lo impresionada que me había quedado con su cuadro le pregunté si tenía más pinturas de ese estilo porque, como también le añadí, a pesar de sentirme fascinada por su intriga, no encajaba con mi novela. Así que me pidió que se la enviase y quedamos que en función de sus vibraciones me presentaría varios bocetos.

A los diez días ya estaba otra vez en Madrid. Yo no tenía ninguna idea preconcebida de cómo tenía que ser la portada, pero quería algo sencillo que sintetizase la esencia del libro: los siete pecados capitales y un asesinato, o sea, una novela negra con unos sospechosos, que podrían ser tu vecino o tu primo, dominados por los más bajos instintos.

Congeniamos, algo crucial para que un proyecto salga adelante, y me enseñó los dibujos que la lectura le había inspirado; enseguida las dos tuvimos claro cuál iba a ser la portada elegida: aquellas piernas de mujer caminando con una pisada segura sobre unos tacones de aguja. El paso de la tentación. Si llegué a tener alguna duda, que no recuerdo, desapareció cuando vi el color del fondo. Definitivamente dije: «Sí». Ese tono entre rojo y granate me cautivó.

El Paso de la Tentación por Blanca Martínez Delgado para El Pecado Que Mató A Carolina Martín
©Blanca Martínez Delgado. El paso de la tentación. Acuarela 30x18cm. 2017.

No sé cómo, pero Blanca lo había conseguido. Supo ver lo que yo había querido transmitir.

Es posible que de entrada a alguien la portada no le resulte sugerente, pero estoy segura de que si se leen el libro la entenderán.

No os cuento lo que insistí para que al escanearlo dejaran el dibujo tal cual estaba, con sus pinceladas y sus distintas tonalidades. Crucé los dedos para que con la impresión no desapareciese su magia; quería que se viera que era un cuadro, no una perfecta ilustración. Los personajes, como la vida misma, son imperfectos, y la portada no podía ser menos.

Así que no puedo estar más de acuerdo con la persona que ha hecho el comentario: Sí, la portada es preciosa.

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Comentarios
  • Begoña
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    Fui de las que de entrada no sabía que me sugería ni frío ni calor, leí el libro y estoy de acuerdo…….es exactamente la portada perfecta…..

    • Eugenia Dalmau
      Responder

      En cuanto la vi dije:«Esa». Y me encanta que hayas cambiado de opinión!!

  • Begoña
    Responder

    Buena elección!

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