Anoche me llevé un chasco. Hacía por lo menos tres semanas que a las once de la noche ya estaba en el séptimo sueño con los angelitos o leyendo a Ken Follet, lo cual se traduce en que no veía la televisión, pero ayer estaba con el cuerpo jotero y a las doce y media me preparé para ver un programa que en ocasiones me ha ayudado en mis investigaciones policiales: Detrás de la verdad. Mi gozo en un pozo porque no lo emitieron; pensé que se debería a un cambio en la programación y sin darle mayor importancia apagué la luz y cerré los ojos.
Pero esta mañana un resorte mental, que no estaba del todo satisfecho, me ha dirigido a Internet, impulsándome a teclear el nombre del programa. No me podía creer la noticia: han cancelado definitivamente su emisión. Según los periódicos se debe a la polémica que generó la presentación de unas fotos del video de la presunta violación de una joven por parte de la llamada: «manada». Me he quedado estupefacta porque no tenia ni idea y nunca me había dado la impresión de que fuera un programa sensacionalista (aunque os adelanto que trataba de sucesos), pero sigo leyendo y me encuentro con que la cadena, casualmente, está llevando a cabo una reducción del 80% de la plantilla. ¿Cuál es la auténtica razón de que haya desaparecido? Eso lo tendrán que averiguar ellos, que por algo son los que están «detrás de la verdad».
Como ya os he comentado era un espacio de sucesos donde unos tertulianos, entre los que se encontraban policías, abogados y periodistas, debatían un caso de actualidad, normalmente crímenes por resolver o desapariciones inexplicables, y cada uno, con sus conocimientos y opiniones, que casi nunca coincidían, aportaban un poco de luz; la parte policial hablaba sobre pistas e indicios y cómo se había actuado para recopilarlos, y la jurista acerca de si esas pruebas eran suficientes para encausar al sospechoso y, en caso afirmativo, cuál sería la pena. Tampoco se olvidaban de explicar temas de balística y forenses, y exponer si esta o aquella substancia desaparece pronto del cuerpo y, por tanto, es imposible encontrar restos de la misma en las autopsias.
Seguir investigando
Unas veces el programa no me aportaba nada, pero otras me venía muy bien para documentarme sobre el manejo de protocolos policiales y me abría la puerta a cuestiones que no se me habían ocurrido; y si algo me interesaba y quería ahondar más en la materia, me ponía como una loca a investigar por mi cuenta y a preguntarle a un guardia civil y a varios amigos informáticos.
Así me ocurrió con algunos aspectos del caso de Diana Quer, del que trataron durante bastante tiempo. Me abrió la perspectiva y me empujó a indagar sobre un tema de tal manera que terminé por cambiar uno de los capítulos de El pecado que mató a Carolina Martín de arriba abajo —No os voy a decir cual para no desvelar el misterio—. Pero así ya sabéis que todo se corresponde con la vida misma. Es más, me metí tanto en el asunto que una de las noches me sorprendí al escuchar a uno de los invitados comentar sobre una empresa de la que yo ya había escrito.
Casos por resolver
Eso en lo que se refiere a la parte técnica; en cuanto a los casos en sí me interesaban menos, aunque hubieron algunos que me dieron para pensar bastante…, y confirmar que la realidad siempre supera a la ficción. Uno era el de una mujer que desapareció de su casa en un pueblo de Badajoz, cuando a las once de la noche acompañó a unos familiares al coche que se encontraba a cuarenta metros de su domicilio; ya no la volvieron a ver. ¿Qué pasó en esos cuarenta metros de vuelta? Todo es muy extraño, pero en este caso poco se puede añadir porque al no encontrar rastros ni sospechosos no hay imputados.
Otro que llamó de forma poderosa mi atención fue el de Lucía, una niña de tres años que desapareció del restaurante donde cenaba con sus padres, mientras jugaba con sus primos, y fue encontrada a la mañana siguiente muerta junto a las vías de tren. Aquí sí que se pueden añadir muchas cosas porque el caso está plagado de incógnitas. Fuentes policiales afirman que el fallecimiento fue un trágico accidente: el golpe en la cabeza que sufrió la menor cuando pasó el primer tren de la mañana fue mortal. Los padres se oponen a dicha hipótesis y sostienen que su hija fue asesinada.
El programa entrevistó a los padres, quienes pretendían dar publicidad al caso para que no se archivara, y los escuché con atención. Habían buscado la opinión de otro forense y se encontraron con que un golpe anterior, posiblemente una hora antes, fue el culpable de la muerte. Aseguraban que el asesino la mató para después dejarla acurrucada junto a la vía y dar credibilidad a la versión de un accidente. Además se preguntaban cómo era posible que una niña tan pequeña fuese capaz de andar sola por lugares llenos de piedras más de cuatro kilómetros y no se haya encontrado ni un solo rasguño en sus piernas y pies. ¿Por qué se puso a caminar hacia la oscuridad en lugar de buscar la luz? ¿La llamaba alguien?
Unos periodistas reconstruyeron la noche de autos e hicieron el mismo camino. La conclusión que sacaron fue que si para ellos fue toda una odisea llegar al punto donde encontraron el cadáver, y eso que eran varios y que llevaban linternas que encendían de tanto en tanto cansados de tropezar a cada paso, para alguien de tres años de edad resultaría, cuanto menos, muy muy complicado. A mí también me lo parece.
Como colofón, los padres señalaron la existencia de un bote de cloroformo cerca de donde se encontró el cuerpo. ¿La drogaron? Tal vez la obligaron a inhalarlo y por eso en la autopsia no aparecen restos de esta substancia. Los investigadores concluyen que no hay relación entre el cloroformo y Lucía.
Ahí lo dejo, cada uno tendrá su propia opinión. Desde luego, si yo fuera la madre, también lucharía con todas mis fuerzas para que no se cerrase el caso y se investigase hasta la última cáscara de pipa que se encontrase por los alrededores.
Pero hay un caso que a mí, por dedicarme a escribir novelas negras, me tiene fascinada. Da para escribir un libro, y de los buenos. Tiene todos los ingredientes…Os lo cuento en el próximo post.